Colosenses 3:18-21
“Casadas, estad sujetas a
vuestros maridos, como conviene en el Señor. Maridos, amad a vuestras mujeres,
y no seáis ásperos con ellas. Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque
esto agrada al Señor. Padres, no exasperéis a vuestros hijos, para que no se
desalienten”.
Habían surgido problemas en las
familias de la iglesia de Colosas. En esta carta, el apóstol Pablo les escribe
una enseñanza acerca de las responsabilidades de cada miembro del hogar, “como
conviene en el Señor”. Han pasado muchos siglos, pero esta enseñanza todavía
puede y debe ser aplicada en los tiempos actuales. Vivimos en un mundo en el
que existe un grave problema que se está multiplicando cada vez más: una gran
mayoría de los jóvenes están envueltos en el uso de las drogas y el alcohol,
practicando el sexo y todo tipo de aberraciones indiscriminadamente y siendo
rebeldes a todo lo que tenga que ver con reglas y principios morales.
La mayor parte de los expertos
coinciden en que la razón principal de esta actitud es la falta de un hogar en
el que ambos padres se hayan mantenido unidos en la educación de los hijos,
enseñándoles buenos principios y dándoles un ejemplo de buena moral.
Lamentablemente el estilo de vida que prevalece actualmente es uno de una constante
competencia por superar a los demás en el aspecto económico. Esto requiere, por
regla general, que ambos cónyuges trabajen, por lo que normalmente salen muy
temprano de la casa y regresan al anochecer. Como consecuencia, apenas tienen
contacto con los hijos, los cuales tienen que permanecer en la escuela hasta
tarde o, en muchos casos, solos en la casa hasta que llegan sus padres. Por lo
tanto el carácter de estos jóvenes se construye con toda la basura que les
llega a través de la televisión, el Internet y de malas compañías.
En el pasaje de hoy, el apóstol
Pablo les da buenos consejos tanto a la madre como al padre como a los hijos.
También en su carta a los efesios, Pablo escribe: “El marido es cabeza de la
mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo” (Efesios
5:23). De aquí entendemos que el padre es cabeza del hogar. El Señor lo ha
puesto en esa posición para que él sea el guía y mentor de sus hijos en el
aspecto espiritual. Más adelante, Efesios 6:1 dice: “Hijos, obedeced en el
Señor a vuestros padres, porque esto es justo”. Y Proverbios 4:1 advierte:
“Oíd, hijos, la instrucción de un padre, y prestad atención para que ganéis
entendimiento”. El padre es, ciertamente, el sacerdote de la casa y debe
cumplir su función al pie de la letra haciéndolo todo en el nombre del Señor.
Desde los tiempos del Antiguo
Testamento Dios dio al pueblo de Israel el siguiente mandamiento: “Por tanto,
pondréis estas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, y las ataréis
como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las
enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa,
cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes”
(Deuteronomio 11:18-19). Este es un compromiso del cual todo padre debe estar
conciente. Lamentablemente en nuestros tiempos no es fácil encontrar padres
dispuestos a cumplirlo cabalmente.
Un padre que ama y obedece al
Señor entiende quien es la verdadera autoridad. Al educar a sus hijos, él transfiere
un sentido de responsabilidad de sí mismo hacia el Señor y les enseña a sus
niños que él es la cabeza del hogar de, y que si ellos eligen ser desobedientes
tendrán que responder ante su Padre celestial. Esto ayuda a los niños a reconocer
su responsabilidad ante el Señor, y aun cuando el padre no esté cerca en un
momento determinado, ellos tomarán buenas decisiones debido a la presencia de
Dios. La mayor protección que un padre puede dar a sus hijos es inculcar en
ellos un fuerte sentido de responsabilidad hacia Dios. Esto no es una lección
de un día o dos. Es un proceso que se extiende a través de los años de la
niñez. La madre tiene también un papel importante en este proceso, el cual fue
establecido por Dios desde el principio cuando dijo: “No es bueno que el hombre
esté solo; le haré ayuda idónea para él” (Génesis 2:18). Es una tarea que ambos
deben realizar unidos, en el nombre del Señor.
ORACIÓN:
Bendito Dios, te ruego bendigas a
toda mi familia y muevas a cada miembro a buscarte de corazón y a obedecer tu
palabra como a cada uno corresponde. En el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
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