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sábado, 18 de mayo de 2013

¿NO SABES QUÉ HACER?



Salmo 32:8
"Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos".

Los cristianos debemos tomar nuestras decisiones basados en esta promesa de Dios. Él nos promete que nos hará entender sus instrucciones, y nos enseñará el camino que debemos tomar. El Señor tiene un plan para nuestras vidas, y él está interesado en todas las decisiones que tomamos. Cuando tengamos que tomar alguna decisión, por simple o sin importancia que nos parezca, debemos consultar con nuestro Padre celestial en busca de dirección, sabiendo que él siempre quiere lo mejor para nosotros, y que él conoce el futuro, el cual a nosotros nos es totalmente desconocido.

Dios siempre está dispuesto a darnos una dirección clara en cada situación que se presenta en nuestras vidas. Pero es nuestra responsabilidad tenerlo a él en cuenta en todas las circunstancias. Aún más, él espera que mostremos temor ante él como Dios soberano que es. La Biblia dice en el Salmo 25:12: “¿Quién es el hombre que teme al Señor? El le enseñará el camino que ha de escoger”. Este temor no se refiere a un sentimiento de miedo o cobardía, más bien es una profunda adoración y reverencia sincera hacia Dios y su Palabra. Es ese temor el que nos guarda de pecar y nos empuja a alejarnos de la maldad y a acercarnos cada vez más al Señor. Cuando obramos así, él nos enseña el camino que debemos seguir.

Debíamos buscar siempre la ayuda de Dios al tomar una decisión, pero a veces razonamos así: “Esto es lo que yo quiero hacer. Si no es la voluntad de Dios, él no me dejará hacerlo”. Bueno, esto no siempre es cierto. Muchas veces el Señor no nos impedirá que hagamos lo que no es su voluntad, y no vendrá en nuestro rescate, si no hemos buscado antes su ayuda. Tendremos que pagar las consecuencias de nuestras propias decisiones, pero podemos aprender de las malas experiencias. Diariamente tomamos decisiones, y para que éstas sean sabias tenemos que aprender a conocer la voluntad del Padre. Debemos orar como David: “Guárdame, oh Dios, porque en ti he confiado” (Salmo 16:1). Y entonces decir por fe: “Me mostrarás la senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre” (v.11).

Nuestro Padre celestial proporciona dirección a sus hijos por medio del Espíritu Santo, que mora en nosotros. Jesús confortó a sus discípulos mientras los preparaba para el momento en que no estaría más con ellos físicamente. Les prometió que el Espíritu Santo sería su consolador, maestro y guía. En Juan 14:26 les dice: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho”. Y en Juan 16:13 les dice: “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. De igual manera, en la actualidad, el Espíritu Santo nos guiará a nosotros a través de las pruebas y las decisiones que debemos tomar, si pedimos a Dios que nos ayude.

¿Te encuentras en medio de una situación difícil? ¿Necesitas tomar una decisión? ¿No sabes qué hacer? Examina tu corazón y analiza tu actitud hacia Dios. Evalúa tu situación a la luz del carácter de Dios y de los principios de su Palabra. Pide al Señor humildemente y de todo corazón que te muestre el camino que debes tomar, así como el salmista clamó a Dios diciendo: “Muéstrame, oh Señor, tus caminos; enséñame tus sendas. Encamíname en tu verdad, y enséñame, porque tú eres el Dios de mi salvación; en ti he esperado todo el día” (Salmo 25:4-5).

ORACIÓN:
Mi amante Padre celestial, te ruego me perdones todas las veces que he tomado decisiones sin consultar contigo. Por favor ayúdame en esta situación de incertidumbre, y enséñame el camino que debo tomar para que se lleven a cabo tus planes en mi vida y tu nombre sea glorificado. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
Dios te Habla

LOS BENEFICIOS DE TENER AL ESPÍRITU



Juan 16:5-22
“Pero ahora voy al que me envió; y ninguno de vosotros me pregunta: ¿A dónde vas? Antes, porque os he dicho estas cosas, tristeza ha llenado vuestro corazón. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. El me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber. Todavía un poco, y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; porque yo voy al Padre. Entonces se dijeron algunos de sus discípulos unos a otros: ¿Qué es esto que nos dice: Todavía un poco y no me veréis; y de nuevo un poco, y me veréis; y, porque yo voy al Padre? Decían, pues: ¿Qué quiere decir con: Todavía un poco? No entendemos lo que habla. Jesús conoció que querían preguntarle, y les dijo: ¿Preguntáis entre vosotros acerca de esto que dije: Todavía un poco y no me veréis, y de nuevo un poco y me veréis? De cierto, de cierto os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará; pero aunque vosotros estéis tristes, vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo. También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo”.

Los discípulos tuvieron la bendición de estar cerca de Jesús. ¿Puedes tu imaginar lo que disfrutaban al escuchar sus enseñanzas y verlo hacer maravillas sobrenaturales? Quizás tu has deseado, también, haber vivido en aquellos días, transitando los polvorientos caminos con Él. Desde nuestra perspectiva actual, no podemos concebir nada más grande que ver a Jesús en persona.

Ya que así se sentían los discípulos, podemos entender por qué se entristecieron cuando el Señor anunció que regresaría a su Padre en el cielo. Pero Él prometió enviar un Consolador; de manera que, en realidad, la partida de Cristo fue algo bueno, pues así vino el Espíritu Santo. Por tanto, ¿entendemos realmente los beneficios de gozar de su presencia en nosotros?

Aunque no podemos ver a Jesús cara a cara, podemos tener una relación aun más estrecha con Él, porque llevamos su Espíritu Santo en nuestros cuerpos. Una de las tareas del Espíritu es revelar los asuntos de Jesús. Si necesitamos sabiduría y discernimiento, Él está listo para darnos de ellos cada vez que leemos la Biblia. También libera su poder en nuestras vidas, el mismo poder divino que Cristo utilizó para llevar a cabo la voluntad de su Padre.

No obstante de estos beneficios maravillosos, muchos creyentes no sienten la presencia del Espíritu, ni aprovechan el discernimiento y el poder que están a su disposición. ¿Es el Espíritu Santo de Dios tu compañero, tu guía y tu ayudador, o simplemente un confuso concepto teológico? No descuides este tesoro. ¡Se que el Dios todopoderoso vive dentro de ti!

“Gracia y Paz”
Meditación Diaria

MIREMOS A CRISTO, Y SIGÁMOSLO A ÉL



1 Pedro 1:15
“Sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación”.

En Israel antiguo, “…cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 17:6). Parece que nada ha cambiado porque esto es lo que vemos todos los días en nuestra vida nacional con la plática sucia, matrimonios gay, parejas viviendo juntos sin casarse, el engaño, la mentira y el caos moral que vemos en el cine, en los periódicos, y en la televisión.

Pero debemos separarnos de toda esta iniquidad y ser también “santos en toda vuestra manera de vivir”. Jesús “por todos murió, para que los que viven, ya no vivan para sí sino para aquel que murió y resucitó por ellos” (2 Corintios 5:15).

Poco tiempo nos queda aquí, miremos a Cristo, y sigámoslo a él.

“Gracia y Paz”
Un Versículo de la Biblia cada Día

LA SANTIDAD PERSONAL



Hebreos 9:11-14
“Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención. Porque si la sangre de los toros y de los machos cabríos, y las cenizas de la becerra rociadas a los inmundos, santifican para la purificación de la carne, ¿cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?”.

Si tu te dirigieras al azar a cualquier persona en la calle y le preguntaras si irá al cielo, muy probablemente te diría que sí. Si le preguntas ¿por qué?, lo más probable es que te mencione las cosas buenas que ha hecho. A los no creyentes, y algunos creyentes también, se les hace difícil entender por qué sus obras no son suficientes para la salvación.

Suponen que ser un buen esposo, o un padre dedicado, que no engaña a nadie, y hace bien su trabajo, es suficiente para ganar la vida eterna. No se ven a sí mismos como pecadores, ni comprenden que el pecado los ha separado del Dios santo. Creen que pueden ganar un lugar en el cielo por medio de su conducta.

La trampa para las personas que piensan de esta manera, es que son incapaces de reconocer que el Señor es el único que puede hacer algo en cuanto a la condición pecaminosa del ser humano. La mayoría de nosotros nos vemos muy bien a nuestros propios ojos porque, al utilizar a otros como un patrón para hacer la comparación, siempre podemos encontrar a alguien cuyo estilo de vida o sus malas acciones nos hacen lucir mejor. Pero cuando nos comparamos con la santidad perfecta de Dios, por supuesto que ninguno de nosotros da la talla.

El Salvador murió por los pecados de la humanidad y resucitó para que cada persona pudiera buscar la santidad siguiendo su estilo de vida. Juan explicó cómo es lavado el pecado del creyente: “La sangre de Jesucristo su Hijo [de Dios] nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Las buenas obras no significan nada, a menos que sean el resultado de un espíritu limpio.

“Seguid la paz con todos; y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14).


“Gracia y Paz”
Meditación Diaria