Salmo 69:1-3
"Sálvame, oh Dios, porque
las aguas han entrado hasta el alma. Estoy hundido en cieno profundo, donde no
puedo hacer pie; he venido a abismos de aguas, y la corriente me ha anegado.
Cansado estoy de llamar; mi garganta se ha enronquecido; han desfallecido mis
ojos esperando a mi Dios".
En este pasaje David clama a Dios
desesperadamente en medio de una crisis sumamente intensa en su vida. El
salmista describe una situación verdaderamente caótica e implica que llevaba
tanto tiempo clamando por ayuda que estaba ya cansado de llamar y había perdido
hasta la voz. Sin embargo, se mantenía firme esperando a su Dios, diciendo: “Alabaré
yo el nombre de Dios con cántico, lo exaltaré con alabanza” (Salmo 69:30). En
medio de su agonía, David sigue clamando a Dios, y a la vez lo exalta con
cánticos de alabanza.
Al igual que David, todo ser
humano está expuesto a ser afectado por una prueba, muchas veces catastrófica y
de manera repentina. Recordemos algunas de éstas, sucedidas en los últimos
años:
Al comenzar el día del martes 11
de septiembre del 2001 millones de personas en todas partes del mundo se
dirigieron como de costumbre a sus trabajos, entre ellas las que tenían sus
oficinas en las torres gemelas de Nueva York. ¿Quién pudo haber imaginado en
ese momento que unos minutos después esas dos famosas torres serían destruidas,
y más de 3,000 personas habrían perdido sus vidas víctimas de un ataque
terrorista?
En la mañana del día 26 de
diciembre de 2004, miles
de personas disfrutaban tranquilamente de las preciosas playas de Indonesia.
Minutos después, las gigantescas olas del Tsunami que arrasó el sureste
asiático dejaron ruina y desolación y más de 200,000 muertos de todas partes
del mundo.
Hace varios años, temprano en la
mañana, en la ciudad de Miami, Florida, una mujer llegó a la casa de sus padres
con el fin de dejar a su bebé, como acostumbraba a hacer, antes de continuar
para su trabajo. Lo que encontró allí transformó su vida para siempre. En el
piso de la sala, en medio de un charco de sangre, yacía el cadáver de su
abuelita, y los cuerpos de su papá y su mamá fueron hallados más tarde por la
policía en otras habitaciones de la casa. Para hacer la tragedia aún más
terrible, luego supo que había sido su propio hermano el que cometió los
asesinatos. Es muy difícil imaginar la magnitud de la crisis emocional,
psicológica y espiritual que, literalmente, aplastó a esta mujer y a su
familia.
Tragedias de esta envergadura no
suceden con mucha frecuencia, pero el comienzo de cada día puede traer a
cualquier persona un cambio drástico e inesperado en su vida. Nadie está exento
de que se le presente una prueba de momento, la cual puede traerle
consecuencias profundas y trascendentales. Pero si estamos espiritualmente
preparados, manteniendo una comunión diaria con el Señor podremos actuar como
David en el pasaje de hoy, clamando a Dios por su ayuda a la vez que le
alabamos de todo corazón.
Esta actitud siempre nos
fortalece en la prueba y nos lleva a un final de victoria. Tenemos un ejemplo
en 2 Crónicas capítulo 20. Aquí la
Biblia narra que Josafat, rey de Judá, recibió la noticia de
que ejércitos poderosos se acercaban con el fin de destruir a su pueblo. En medio
de esta terrible situación Josafat pidió ayuno y oración en todo Judá. Y cuando
estuvieron cerca los enemigos, “puso a algunos que cantasen y alabasen al Señor”
(v.21). Tan pronto ellos comenzaron a entonar cantos de alabanza, los soldados
enemigos comenzaron a pelear unos contra otros, y se mataron entre sí, y dice la Biblia que de ellos no
quedó ni uno solo. ¡Milagro de Dios! Ciertamente la gloria de Dios se
manifiesta cuando le adoramos y le alabamos de corazón.
Cuando estés pasando por una prueba
muy difícil, cuando creas que “no puedes más”, busca el rostro del Señor en
oración y alábalo con palabras y con canciones que hablen de su gloria y su
majestad, y por fe expresa victoria total y absoluta en el nombre poderoso de
Jesucristo. No es fácil, pero si lo haces te asombrará la paz tan preciosa que te
inundará, y la gloria de Dios se manifestará en tu vida.
ORACIÓN:
Bendito Señor y Dios, me llego
hasta tu trono de gracia, clamando por la manifestación poderosa de tu
presencia en esta situación. Te alabo de todo corazón y manifiesto que soy más
que vencedor, por medio de aquel que me amó, mi Rey y Señor, Jesucristo. Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla