Hebreos 6:13-20
“Porque cuando Dios hizo la
promesa a Abraham, no pudiendo jurar por otro mayor, juró por sí mismo, diciendo:
De cierto te bendeciré con abundancia y te multiplicaré grandemente. Y habiendo
esperado con paciencia, alcanzó la promesa. Porque los hombres ciertamente
juran por uno mayor que ellos, y para ellos el fin de toda controversia es el
juramento para confirmación. Por lo cual, queriendo Dios mostrar más
abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo,
interpuso juramento; para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible
que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para
asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura
y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró
por nosotros como precursor, hecho sumo sacerdote para siempre según el orden
de Melquisedec”.
Muchas personas en el mundo, tal
vez incluso tu, se enfrentan a terribles tormentas en sus vidas: hogares
deshechos, desempleo, soledad, pérdidas, crisis mundiales. Estas cosas reducen
drásticamente la esencia misma de nuestra esperanza en Cristo. Puede incluso
parecer que estamos perdidos, a la deriva en el mar en una pequeña barca
durante un huracán.
De igual manera, los discípulos
enfrentaron este temor. Mientras cruzaban un lago en su pequeña embarcación, el
tiempo empeoró, poniendo en peligro la embarcación y sus propias vidas. En su
desesperación, acudieron a Jesús por ayuda, pero se sorprendieron al
encontrarlo dormido. Entonces gritaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mateo
8:25).
Cuando Jesús despertó, los
reprendió por su falta de fe. Luego procedió a calmar la tormenta. Por medio de
esta asombrosa demostración de su poder, Él demostró que era el Señor de toda
la creación. También fue una clara lección acerca de adónde debemos acudir
cuando surjan las tormentas en nuestras vidas.
A veces, las personas piensan que
sus circunstancias difíciles significan que Dios no está atento. Eso es lo que
pensaron los discípulos, hasta que Cristo se levantó para calmar las
turbulentas aguas. Nada está fuera del control de nuestro soberano Señor.
Cuando nuestro mundo parezca
estar fuera de control, el Señor Jesús seguirá siendo el Señor de todo.
Entonces, ¿qué debes hacer tu cuando pienses que Él está dormido? Da gracias a
Dios porque Él está en la barca contigo. Y después ve tu situación a través de
los ojos de la esperanza y la confianza.
“Gracia y Paz”
Meditación Diaria