Amante Padre celestial, reconozco que por mis propias fuerzas
nunca podré amar a los demás como tú deseas que los ame. Lléname de tu Santo
Espíritu, y que en mí se manifieste su fruto para que yo pueda amar aún a
aquellos que me han herido u ofendido. Te lo pido en el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”