Efesios 6:17-18
“Tomad el yelmo de la salvación,
y la espada del Espíritu, que es la palabra de Dios; orando en todo tiempo con
toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia
y súplica por todos los santos".
¿Cómo evalúas tu vida de oración?
¿Oras regularmente? ¿Cuándo sueles orar? ¿Cómo son tus oraciones? ¿Hay algo en
tu tiempo de comunión con Dios que no te satisface? Si es así no te desanimes.
Muchos creyentes luchan por mejorar su vida de oración, y encuentran dificultad
para lograrlo. Pero en la
Biblia encontramos consejos que pueden ayudarnos a mejorarla.
En el pasaje de hoy, el apóstol
Pablo aconseja a los efesios que deben orar. ¿Cuándo? ¿Cuándo las cosas no
andan bien? No. Debemos orar “en todo tiempo”, en las buenas y en las malas, en
la alegría y en la tristeza, en los triunfos y en las derrotas. Muchas personas
se acuerdan de orar solamente cuando están en medio de una prueba, sin embargo
una verdadera vida de oración se caracteriza por la búsqueda de Dios de una
manera metódica y frecuente. No depende de si tienes o no deseos de orar, o si
crees que lo necesitas o no. Orar es un compromiso que va más allá de las
emociones y los sentimientos.
¿Cómo debemos orar? Dice este
pasaje: “Con toda oración y súplica en el Espíritu.” No se trata de orar “al
Espíritu Santo”, como si tuviésemos que dirigirnos a él. Debemos orar “en el
Espíritu”, es decir, en su poder y bajo su dirección. “Orar en el Espíritu”
quiere decir orar sintiendo intensamente en el corazón el deseo de hacer la
voluntad de Dios por encima de nuestros deseos, de agradar a Dios, y desear que
su nombre sea glorificado en nuestra petición. Dice Romanos 8:26 que “el
Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene,
no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos
indecibles.” Cuando oramos en el Espíritu podemos tener la seguridad de que,
aunque no sepamos exactamente cómo y qué pedir, el Espíritu Santo nos ayudará
en nuestra incapacidad, escudriñando nuestros corazones, y haciendo llegar
nuestra súplica hasta Dios.
Debemos ser perseverantes en la
oración. Colosenses 4:2 dice: “Perseverad en la oración, velando en ella con
acción de gracias". Quizás en ocasiones sintamos que llevamos mucho tiempo
orando acerca de lo mismo sin recibir respuesta, pero debemos continuar firmes
confiando en que Dios está en control y que él nos contestará en el momento
perfecto. Dice Lucas 18:1: “También les refirió Jesús una parábola sobre la
necesidad de orar siempre, y no desmayar”. Esta parábola habla de un juez que
no temía a Dios, y de una viuda que se llegaba a él día tras día buscando
justicia en una cierta situación, sin lograr que el juez le hiciera caso. Hasta
que un día, el juez dijo: “Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre,
sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que
viniendo de continuo, me agote la paciencia”. Entonces Jesús les dijo: “Oíd lo
que dijo el juez injusto. ¿Y acaso Dios no hará justicia a sus escogidos, que
claman a él día y noche? ¿Se tardará en responderles? Os digo que pronto les
hará justicia".
El Señor nos dice que oremos
siempre y no desmayemos, o sea debemos continuar insistiendo pues la respuesta
de los cielos no tardará. Cuando ya no deseamos orar más, cuando la decepción y
el desaliento se están apoderando de nosotros, es cuando más tenemos que orar.
Si el afán o la ansiedad nos envuelven, si nos sentimos tristes o desanimados,
necesitamos orar en busca de la paz que sólo Dios puede darnos. Así dice
Filipenses 4:6-7: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras
peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la
paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y
vuestros pensamientos en Cristo Jesús”.
Cuando oramos confiando en
nuestro Padre celestial, con seguridad veremos los resultados los cuales serán
mejores aún de lo que nosotros nos imaginamos. Así obra nuestro Dios, pues él
“es poderoso para hacer todas las cosas mucho más abundantemente de lo que
pedimos o entendemos”, dice Efesios 3:20.
ORACIÓN:
Amante Padre celestial, me postro
ante tu trono de gracia para adorarte y darte gracias por todas tus
bendiciones. Te ruego pongas en mí un ferviente deseo de buscar tu rostro en
oración cada día de mi vida, para disfrutar siempre de tu paz y tu gozo. En el
nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla