1 Corintios 15:1-8
“Además os declaro, hermanos, el
evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también
perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado,
sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que
asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las
Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las
Escrituras; y que apareció a Cefas, y después a los doce. Después apareció a
más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales muchos viven aún, y otros ya
duermen. Después apareció a Jacobo; después a todos los apóstoles; y al último
de todos, como a un abortivo, me apareció a mí.”
En los días posteriores a la Revolución Francesa ,
un hombre intentó comenzar una nueva religión que él creía era superior al
cristianismo. Pero se desilusionó por su falta de éxito. Reveló su frustración
a un clérigo y le preguntó qué podía hacer. El clérigo le respondió que no era
tarea fácil comenzar una nueva religión, tan difícil era que no tenía nada que
sugerir. Pero después de un momento de reflexión dijo: “Si quieres considera
este plan: ¿por qué no te crucificas y resucitas al tercer día?” El sólido fundamento
de la fe cristiana es la cruz y la tumba vacía. Hay religiones que celebran
rituales o ceremonias junto a la tumba de sus líderes, cuyos restos yacen allí.
Los cristianos somos los únicos que podemos asegurar que la tumba que
momentáneamente guardó el cuerpo de nuestro líder, el Señor Jesucristo, está
ahora totalmente vacía pues ni siquiera la muerte pudo retenerlo.
El pasaje de hoy declara que
“Cristo murió por nuestros pecados”. Sin embargo, ¿cómo podemos saber con
certeza que la crucifixión de Cristo fue aceptable para Dios? Ciertamente no
importa tanto lo que creemos nosotros sobre la muerte de Cristo como lo que
cree Dios sobre este sacrificio. La aprobación de Dios de la muerte de Cristo
quedó demostrada con la resurrección. El libro de los Hechos nos narra que el
apóstol Pablo se dirigió a un grupo de judíos en una sinagoga de Antioquia, y
les dijo refiriéndose a Jesús: “Y habiendo cumplido todas las cosas que de él
estaban escritas, quitándolo del madero, lo pusieron en el sepulcro. Mas Dios le
levantó de los muertos” (Hechos 13:29-30). El triunfo de Jesús en el Monte
Calvario fue completo y terminante. No debe haber la más mínima duda al
respecto. Después de esa victoria, Dios exaltó a Jesucristo hasta lo sumo, dice
la Biblia en
Filipenses 2:9, y “le dio un nombre que es sobre todo nombre”. Ahora Cristo se
halla en el trono celestial. Él ha sido elevado sobre todo principado,
autoridad y poder. Y allí, a la diestra del Padre, intercede constantemente por
todos y cada uno de nosotros. (Romanos 8:34).
La resurrección es el comprobante
firmado por Dios de que él está totalmente satisfecho con el sacrificio de su
Hijo. Sin la resurrección, el cristianismo sería como las demás religiones, que
no tienen mucho que ofrecer al mundo. Pero el hecho de que Cristo murió y
resucitó de entre los muertos hace que el evangelio sea “poder de Dios para
salvación a todo aquel que cree” (Romanos 1:16). Por eso Pablo afirma en su
primera carta a los Corintios: “Porque la palabra de la cruz es locura a los
que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”
(1 Corintios 1:18). Y en Gálatas 6:14 declara: “Pero lejos esté de mí
gloriarme, sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo me
es crucificado a mí, y yo al mundo”.
¿Puedes tú gloriarte en la cruz
de nuestro Señor Jesucristo? ¿Puedes declarar con autoridad, aun en medio de
una prueba difícil, que tienes la victoria asegurada porque has creído en la
resurrección de Cristo, y por lo tanto cuentas con el poder de Dios y con la
salvación que proviene de él? Si puedes hacerlo, ¡Gloria a Dios por ello! De lo
contrario, si esta poderosa palabra ha impactado tu corazón hoy, y has creído
en ella, sólo tienes que confesarlo con tus labios y serás salvo, dice Romanos
10:9-10.
ORACIÓN:
Dios de amor y misericordia, te doy gracias por tu plan de salvación
para la humanidad. Yo creo que Jesús es tu Hijo, y que murió en la cruz para
pagar por mis pecados, y tú lo levantaste de los muertos y ahora está a tu
diestra. Señor Jesús, yo te abro mi corazón para que tú entres en él, y mores
en mí para siempre. Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla