"Estad quietos, y conoced que yo soy Dios."
Recientemente compartimos acerca
de la necesidad de reconocer nuestra debilidad y rendirnos incondicionalmente
en los brazos del Señor, para que su poder “se perfeccione en nuestra
debilidad.” (2 Corintios 12:9). Es decir, el poder de Dios no se va a
manifestar en nuestras vidas plenamente mientras estemos luchando contra las
circunstancias, tratando de cambiarlas a nuestro favor con el fin de obtener el
triunfo. Es necesario que hagamos un alto, y reconozcamos que solos no podemos,
que somos débiles e incapaces, y demos el control al Señor. Entonces su poder
se perfeccionará en nuestra debilidad.
En el pasaje de hoy,
esencialmente nuestro Padre celestial nos exhorta a que dejemos de afanarnos
tratando de resolverlo todo por nosotros mismos y que confiemos en él. Entonces
él se manifestará y nosotros llegaremos a conocerlo íntimamente. Pero
ciertamente esto es algo que no podemos hacer por nosotros mismos. Imagínate
que has caído por la borda de un barco al embravecido océano en medio de una
tormenta. Tu habilidad como nadador es muy limitada. Pero comienzas a luchar
desesperadamente tratando de mantenerte a flote y sobrevivir. El aire te falta
y tú tratas por todos los medios de respirar en los segundos que tu cabeza está
fuera del agua. En ese momento, alguien se acerca a ti nadando y te dice que él
te va a ayudar, pero tienes que dejar de luchar y quedarte totalmente quieto.
¿Crees que te sería fácil seguir esas instrucciones? ¡Por supuesto que no! Es
tu instinto de conservación el que está en absoluto control de la situación;
por mucho que trates de no mover tus brazos y piernas, algo más fuerte que tú
les ordena que se muevan con la mayor rapidez posible, de lo contrario morirías
ahogado.
De manera similar la carne,
nuestro YO, nos impulsa a tomar control de las situaciones difíciles que se nos
presentan en la vida a pesar de nuestra inhabilidad para resolverlas. Dios nos
dice que estemos quietos, pero no podemos. Necesitamos la ayuda del Espíritu
Santo para quedarnos quietos y confiar en Dios. Sólo por medio de la constante
oración y la lectura de la Biblia día tras día, podemos establecer una relación
tal con Dios que cuando llegue la prueba su Espíritu Santo se sobreponga a
nuestros impulsos carnales, y nos guíe a esa quietud que el Señor espera de
nosotros, para manifestar su poder.
En Marcos capítulo 6, la Biblia
nos narra acerca de una ocasión en la que los discípulos de Jesús se encontraban
en medio del mar de Galilea, azotados por una fuerte tormenta que amenazaba con
hundir su barca. Los discípulos llevaban horas remando y luchando contra los
fuertes vientos y las enormes olas, pero la barca no avanzaba, sino que
retrocedía, porque el viento era contrario. Las fuerzas ya les faltaban, y a
pesar de la experiencia de algunos de ellos como pescadores conocedores del
mar, la situación no mejoraba, sino más bien empeoraba cada minuto que pasaba.
En ese momento se les acercó Jesús, caminando sobre el mar, y les dijo:
"¡Confiad; yo soy, no temáis!" Cuando ellos hicieron un alto para
escuchar al Señor, y confiaron en él, dice la Biblia que Jesús subió a la barca
y “se calmó el viento.” (v.51).
Tenemos que vivir con la absoluta
seguridad de que si Dios dice "Estad quietos, y conoced que yo soy
Dios", es porque él siempre suplirá la fuerza, el poder y la habilidad
para que hagamos lo que tengamos que hacer. En medio de tu tormenta, haz un
alto y escucha la voz de Jesús: "¡Confiad; yo soy, no temáis!"
Confía, mantén tu calma, permite que el Señor tome el control de tu barca, y
disfrutarás de esa maravillosa paz, que sobrepasa todo entendimiento.
ORACION:
Padre santo, te ruego que tu
Santo Espíritu controle mi mente y mis impulsos carnales, para que yo pueda
permanecer tranquilo y confiado, aún en pruebas difíciles de mi vida, y tú
puedas manifestarte con todo poder para la honra y la gloria de tu nombre. En
el nombre de Jesús, Amén.
“Gracia y Paz”
Dios te Habla