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viernes, 4 de mayo de 2012


NO PUEDO VER NADA

Las palabras se oían con claridad, serenas y dramáticas: «No puedo ver nada.» Los hombres las escucharon vez tras vez, callados, serios, cargados de pesadumbre. La cinta seguía corriendo y corriendo. Pero ninguna palabra más podía oírse. Sólo aquellas que encerraban toda una tragedia: «No puedo ver nada.»

Eran las últimas palabras que había grabado el piloto del Boeing 747 de Iberia, que había chocado con el avión de Avianca en el aeropuerto Barajas de Madrid. La densa niebla, y el deficiente sistema de luces de la pista, habían provocado la tremenda desgracia en la que murieron 196 personas.

«No puedo ver nada.» En su sencillez y brevedad, estas palabras siempre denotan un problema en ciernes o una desgracia que se precipita. No poder ver nada, cuando uno más necesita de una clara y buena visión, es preludio de muerte.

Supongamos que uno corre por un camino de montaña, con precipicios a los lados. De pronto lo envuelve una densa niebla. Si no puede ver nada, el peligro de muerte está en cada vuelta del camino.

Supongamos que uno está dentro de su casa y ocurre un temblor. Las luces se apagan, las paredes se quiebran, las vigas del techo comienzan a caer. Uno busca desesperado el cuarto de los niños. Los oye llorar, pero no puede ver nada, y tropieza con sillas, muebles y escombros. No poder ver nada en esos momentos es horrible.

Supongamos que uno está metido dentro de un grave problema moral. Alguien le ha traído un chisme infame sobre su esposa o sobre su esposo. La duda ha cundido en el corazón. Su alma se debate en la incertidumbre. ¿Será cierto? ¿No será cierto? Uno se toma la cabeza y dice: «No puedo ver nada.»

O supongamos que uno ya está en su lecho de muerte. Ve acercarse el fin, y se da cuenta de que nunca arregló su vida con Dios y no sabe a dónde va. «No puedo ver nada», dice amargamente. Se da cuenta de que en la vida adquirió conocimientos y educación, hizo una carrera, tuvo una familia, y acumuló dinero y prestigio. Pero frente al más allá, «no puede ver nada».

Jesucristo es la luz del mundo. Él dijo: «El que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida» (Juan 8:12).

“Gracia y Paz”

Hermano Pablo



Por Poco…

“Conozco, Señor, que el hombre no es señor de su camino, ni del hombre que camina es el ordenar sus pasos”. Jeremías 10:23.

“Por el Señor son ordenados los pasos del hombre. Él aprueba su camino”. Salmo 37:23.

“Los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas; levantarán alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán”. Isaías 40:31.

El creyente no está libre de tener una caída moral. En el Antiguo Testamento vemos que David, quien estaba a punto de matar para vengarse por haber sido ofendido, fue detenido gracias a la intervención oportuna de una sabia mujer (1 Samuel 25). ¡Cuántas veces hemos estado a punto de alejarnos o de caer, y Dios, en su gracia, ha detenido nuestros pasos! Cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo (2 Corintios 5:10), Dios nos mostrará todas las intervenciones de su gracia en el momento en que, seducidos por Satanás, íbamos a caer. ¿Quién no podría apropiarse de la confesión de Asaf y decir: “En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; por poco resbalaron mis pasos”? (Salmo 73:2).

Con un corazón contrito y agradecido a la vez, digamos también: “Él… no permitió que nuestros pies resbalasen” (Salmo 66:9). Pero eso no nos autoriza a ser negligentes y a no velar. La exhortación sigue siendo actual: “El que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Corintios 10:12). Para resistir a la tentación no debemos contar con nuestras propias fuerzas, sino acercarnos confiadamente al Señor, quien sabe “librar de tentación a los piadosos” (2 Pedro 2:9).

“Gracia y Paz”
La Buena Semilla 



Cómo reavivar el fuego de nuestro ministerio.
2 Timoteo 1:6-7
“Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio”

¿Qué puede usted hacer si ha perdido su entusiasmo por servir? Tal vez circunstancias difíciles le han llevado a desanimarse. O, tal vez, simplemente sigue trabajando, pero el Espíritu Santo parece estar ausente y no ve ningún fruto. Pablo le dijo a Timoteo: “Te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti” (v. 6), pero ¿cómo se logra eso? Con los años, Dios me ha enseñado qué hacer cada vez que siento que mi llama está por extinguirse.

Recargarse:  El ministerio es emocionante cuando estamos llenos del Espíritu Santo, pero todo el mundo se desanima de vez en cuando. Doble sus rodillas ante el Señor, y pídale nuevas fuerzas. Examine su vida, arrepiéntase de cualquier pecado, y sométase a la dirección de Dios en todo.

Reenfocarse:  Cuando nos enfocamos en los obstáculos, estos se hacen más grandes. Pero cuando ponemos nuestros ojos en Cristo, Él se vuelve más grande que cualquier problema que enfrentemos.

Rechazar:  Cuando estamos decaídos, el diablo nos miente: No puedes hacerlo. Nadie te aprecia. ¿Por qué no tiras la toalla? Tenemos que reconocer que todos nuestros pensamientos de desánimo vienen del diablo ­--y rechazarlos.

Retirarse:  Desconéctese del teléfono, los aparatos electrónicos y los pasatiempos, y apártese con el Señor para reavivar su relación estrecha con Él.

Después de dar todos estos pasos, usted podrá volver al ministerio con entusiasmo. Es posible que persistan las circunstancias difíciles, pero estará equipado para manejarlas ya que la llama del Espíritu Santo estará ardiendo con gran resplandor dentro de usted.

“Gracia y Paz”
(encontacto.org)
Hebreos 4:15
“…No tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

Amado, no importa lo que usted esté pasando. Jesús ha estado en sus zapatos y eso lo hace a Él un sumo sacerdote misericordioso. Usted no tiene que decirle a Él acerca de todo su dolor. Jesús conoce su sufrimiento pues Él mismo lo ha padecido.

 Hablemos acerca de un preciado hombre que se encuentra preocupado pues ha caído en gran tentación. Él ha pecado gravemente en contra de Dios y siente que su corazón se está enfriando. Este hombre piensa, “¡No puedo lograrlo! Soy demasiado inconsistente y Satanás está echando todo el infierno sobre mí. He sido dominado por mi tentación en muchas ocasiones, pero aún amo a Jesús. ¡Señor, yo quiero ser libre y limpio!”

 Este hombre está agotado, sin esperanza, y el diablo se para a su lado acusándolo: “Dios, él ha caído en pecado. Él no puede resistir la tentación. Su manto está manchado, sucio.”

 Pero el Abogado entra en escena y se coloca entre el hombre y el acusador, y dice: “Padre, yo conozco lo que este hombre está padeciendo. El diablo también me condujo por el desierto y me tentó severamente. Yo fui tentado a blasfemar, a caer y a adorar a Satanás. Yo conozco esta tentación así como el corazón de este hombre. Existe una chispa de fe todavía en él, una pizca de amor por mí.”

 “Padre, ve a este hombre como justo por mi sangre. Libéralo del poder de las tinieblas y del malvado. Yo quiero que él sea acepto, perdonado, restaurado, y que le sea dado poder de lo alto para resistir al diablo. Yo clamo por su liberación.”

 Al siguiente día, este hombre toma su Biblia y lee una verdad poderosa que nunca antes había visto. Él se postra en sus rodillas y Dios viene a él para liberarlo -porque el sumo sacerdote ha orado.

 Su Abogado conoce su dirección. Él ha contado el número de cabellos que hay en su cabeza. Él conoce cada pensamiento. Él siente cada dolor que usted padece. Él escucha cada uno de sus clamores. Por tanto, ¡amado, anímese porque Jesús está orando por usted!

“Gracia y Paz”
 
David Wilkerson
¿Cuál es tu estatura espiritual?
 
Efesios 4:11-13
“Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”

Este pasaje nos habla de un plan divino que persigue un determinado propósito. Nuestro Señor Jesucristo constituyó a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, pastores y maestros. Todo esto con un fin: perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, o sea la iglesia. Y el propósito final de Dios es que “todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Llegar a esta estatura espiritual debe ser la meta de todo cristiano.

Los factores genéticos que heredamos ejercen una gran influencia en nuestra estatura física. Cualquiera que sea nuestra dieta y programas de ejercicios, el crecimiento físico se detiene en un punto determinado. Cuando se alcanza ese límite no podemos crecer más, por mucho que nos esforcemos. (A esto se refirió Jesús cuando dijo en Mateo 6:27: “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?”) Sin embargo nuestro potencial para crecer espiritualmente no tiene límites. Nuestro crecimiento espiritual no depende de factores hereditarios sino de nuestra disposición para asimilar las provisiones espirituales de nuestro Padre celestial, y de nuestra actitud frente al pecado. El apóstol Pedro escribe en su primera carta, la fórmula para crecer espiritualmente: “Desechando, pues, toda malicia, todo engaño, hipocresía, envidias, y todas las detracciones, desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación, si es que habéis gustado la benignidad del Señor.” (1 Pedro 2:1-3).

No es la voluntad de Dios que seamos niños espirituales indefinidamente. Al igual que disfrutamos ver a nuestros hijos creciendo normalmente en el aspecto físico, así como emocional e intelectualmente, a nuestro Padre celestial le agrada ver a sus hijos crecer espiritualmente, y para ello nos provee del alimento necesario por medio de su Palabra, y de la ayuda necesaria por medio de su Santo Espíritu. Depende de cada uno de nosotros el que crezcamos haciendo uso de estos medios. En su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo los amonesta por su falta de crecimiento, y les llama niños espirituales. Así les dijo Pablo: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros celos, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Corintios 3:1-3).

¿Quieres saber cómo va tu crecimiento espiritual? Analiza tu comportamiento. ¿Actúas en ocasiones movido por los celos, la envidia, el rencor o cualquiera de estos sentimientos carnales? ¿Sientes ira con frecuencia y tienes la tendencia a entrar en peleas y discusiones? A pesar de que llevas tiempo en el Evangelio, ¿continúas tomando “leche" en vez de "vianda”? Si las respuestas son positivas, sin duda necesitas crecer espiritualmente.

Si, por el contrario, evitas las discusiones actuando con humildad y amor, aunque tú tengas la razón; si te deleitas en pasar un tiempo de oración diariamente y en profundizar en el estudio de la Palabra de Dios, y la aplicas a tu vida, obedeciendo y sirviendo al Señor, entonces puedes tener la seguridad de que el plan de Dios para tu crecimiento espiritual se está llevando a cabo en tu vida, y llegarás a “la medida de la estatura de la plenitud de Cristo.”

ORACION:
Padre celestial, ¡ayúdame a crecer y madurar hasta llegar a la estatura de Cristo! Que tu propósito de que yo sea conforme a la imagen de tu Hijo sea una realidad en mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

“Gracia y Paz”
(Dios Te Habla)
Hechos 2:21
“Y será que todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo”.
 
Hay muchas personas que tienen pensamientos equivocados de Dios, como si Él no estuviera listo a escuchar nuestras oraciones y perdonar nuestros pecados. Esto es completamente falso. Dios quiere salvarnos. Por eso envió a su hijo para morir en la cruz por nuestros pecados.

La verdad del asunto es que aquellos que se encuentran lejos de Dios, y no son salvos, están en esa condición por qué escogen rechazar a la invitación de Dios a perdonar sus pecados y cambiarles la vida. Es un asunto de elección, y han elegido seguir en sus pecados y rechazar la salvación que Dios nos ofrece por medio de su hijo Jesucristo. Es como dice el texto; “Todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.”

“Gracia y Paz”
Un Versículo de La Biblia cada Día
(Versaday).